«La Caída» comienza con un 10%
Pablo Zúñiga San Martin*
Teniendo en la retina la película “La Caída” del año 2004[1], ya un clásico para los tiempos vertiginosos que corren, y la incontable cantidad de parodias que circulan en la red sobre el momento en que Adolf Hitler proyecta planes, repartiendo tropas por toda Europa sobre un mapa, mientras, al mismo tiempo el ejército ruso invade por un lado, y los aliados por el otro Berlín… (Dramática y contradictoria escena), evidencia cómo la desconexión entre la realidad y el plan, pueden crear situaciones negativas para todo un grupo, dando cuenta de las incapacidades de sus líderes en entornos funcionales a la toma de decisión política e institucional. Veamos.
Un gobernante solo, unos asesores incapaces de decirle que está haciendo estupideces, aún cuando tímidamente le sugieren que ya todo está perdido, mientras, los posibles sucesores miran impertérritos la escena, oteando quien no está de acuerdo con el líder, haciendo de la acusación el último recurso que les queda como demostración de lealtad a una causa perdida.
Los asesores ¿a qué le temen?, ¿al líder o a los posibles lideres?, ¿qué hace que el miedo se apodere de ellos?, ¿será el apego a ese ese carisma que llevó a Hitler a plasmar una idea totalitaria en toda Europa? o ¿será el no asumir la decepción que le provoca ver a ese líder antes, todo poderoso, con un aura casi celestial, ahora, tembloroso, viejo y lo peor, solo con un sentido de autoridad sin ningún peso? Esto último, es peligroso, pues al tener leyes que abalan la ejecución de sus mandatos, quienes deben acatarlas y se niegan a hacerlo, quedan como insurrectos o traidores, ¡qué dilema!
Podrán ser varias las interpretaciones que se dan a un momento como ése, y es bueno que así sea, pero es una película sobre un hecho histórico, o sea, un momento único, pero, para suplir esa situación, está la película hace que se vea una y otra vez, para no dejar de repensar el momento que representa.
Estamos en crisis, o sea, hemos llegado a la disfunción rutinaria del sistema[2], nada es normal y cuando se nos diga que ya estamos en normalidad, no recordaremos cuál era nuestra normalidad porque llevamos más de un año re-construyéndola y la anterior, era “normalmente mala”. Entonces, el tema es que, quien nos lleva a la normalidad es visto como el sujeto responsable de esta anormalidad, o sea, un líder caído… ¡nada peor que eso!, caer de a poco, porque se cae la confianza en éste, llegándose a preguntar si es que se eligió el bando incorrecto, aunque hay muchos que siempre han estado en el bando incorrecto y no sienten culpa por ello, pues la idea que les despierta luchar por el poder aún se mantiene, y mientras se mantengan las lealtades… ¡están!, porque es más digno perder en bloque junto al líder, que ver cómo a quien se apoyó y en quien se confió, se sumerge en el peor de lo marasmos, el error y la duda.
La soledad del gobernante lo lleva a refugiarse en lo único objetivo que le queda, la norma escrita. Termina haciendo lo que hace, porque la ley o el estatuto se lo permite, como condecorar a niños fuera de su bunker, niños que no tienen ni una batalla en sus cuerpos, ni tampoco la noción por la cual se está luchando, salvo, lo que sus mayores les dijeron y asumieron como verdad y como serán nuevos en el combate, creerán que esa es su principal fortaleza.
Fue imposible detener la idea instalada del retiro del 10% de los Fondos de Pensiones, pues el modelo económico respalda simbólicamente esto. Desde el inicio de la implementación del modelo, se indicó que los Fondos de Pensiones eran (son) nuestra propiedad. En coro, ministros y gobierno dijeron hasta el año pasado (también hoy) que esos fondos son de los trabajadores, que no se pueden esquilmar, que no se puede dar beneficios a quienes jamás han trabajado y explotaron el derecho a elegir hasta el paroxismo. Pero ahora no pueden desinstalar el discurso, porque sencillamente “no existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”[3].
La derecha es víctima de su discurso, ahora debe hacerse cargo, reclama por eventuales consumos desmedidos si se retira el 10%, como comprarse otro auto, o que con esto se beneficiará a los más ricos y se empobrecerán las arcas fiscales; infantilizando a los dueños de esos esos fondos. Pero, se les olvida que se oponen a que los ricos y los súper ricos paguen más impuestos, no lo hacen porque también serán presa de su propio discurso, ellos deberán pagar más impuestos. Se levanta la voz en torno a las consigas panfletarias, no en la defensa de principios universales, sino particulares.
El consumidor vive en el presente, que para él es etéreo, nace con sus intereses y se termina cuando aparecen otros, más supremos –según la oferta−, así es que ¿de qué se extraña la derecha y los defensores del modelo?, si ella misma domó y domesticó a los ciudadanos, los dotó de crédito y le metió la semilla luciferezca de la igualdad sólo para consumir, y es ahí mismo en donde la mayoría siente que es desigual y que la sola idea de libertad instrumentalizada por años de monserga discursiva, ya no le sirve, porque no tiene con qué ser igual a nadie.
La Caída, película que refleja un momento único, permite relacionar linealmente, el momento irrepetible de un gobierno que sucumbe con la fuerza de una idea, irónicamente legítima en el mismo modelo que defiende en cuanto principio general articulador del mismo, como es el derecho de la Propiedad Privada, y ello, Sebastián Piñera, sus asesores directos y coalición no lo vieron venir en lo sustancial (exceptuando algunos), cuestión extrapolable al Proceso Constituyente y Estallido Social. Sin embargo, el 10% de retiro de los Fondos de Pensiones, es el más lacerante, dado que está en el ADN de lo defendido y legitimado socialmente durante largas décadas, después de recuperada la democracia (e instalada en dictadura, por cierto). Así se explica la desorientación del gobierno y asesores. Se explica la duda en el hacer, ese marasmo tortuoso que desdibuja liderazgos, carismas, permitiendo avanzar en estupideces retóricas y medidas vaciadas de asertividad operativa (planes de soporte económico), proyectando desencantos, realineamientos en lealtades y la soledad decadente del tomador de decisión de política pública estratégica.
*Profesor de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC). Doctorando en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), Argentina. Académico colaborador de Estudios Contemporáneos.
[1] Titulo original: Der Untergang (conocida como El hundimiento en España o La caída en Hispanoamérica).
[2] Ver más en https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2016/08/08/chile-crisis-o-conflicto/
[3] Lamas, Marta. “Acoso. ¿Denuncia legítima o victimización?”. México: Fondo de Cultura Económica, 2018.
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